jueves, 10 de enero de 2008

Vida divorciada, Muerte consagrada

Sólo eres impuesta. Mas el largo recorrido
Te hace amarme.
No pedí que vinieras, Nisiquiera que te acerques.
Pero ya ves, ha pasado tanto tiempo y
Demoras en partir.
¿Cuál es tu propósito?
¿Cuál tu complacencia?...
Yo renuncio a tus favores,
Tus mentiras,
Tus problemas.
No eres más que la madre de mis temores,
LA hija de mis engaños,
La sangre de mis miserias…
¡Resignado a casarme con una cualquiera!
Pero no sabes que te engaño.
Sí, con la mejor, la más deseada, la que me da
Una esperanza en mi obnubilado sentir.
Yo le coqueteo.
-No sabes cuánto-
Pero aunque siempre viene,
no me Atrevo a poseerla.
Su fría presencia me disminuye,
Su rostro escondido me desespera.
Conozco sus propósitos, estimo sus cuidados,
Y pareciera que también de mí se está enamorando.
El único problema es que si contigo me divorcio,
Me caso con ella…
Y con ella,
El matrimonio
Es
algo
Sagrado.

La queja de un comensal

Días hay en que quisiera freír en aceite de olvido
Mis crudas vivencias para sentirme mejor.
Días hay,
Como este,
En los que quisiera inventar recetas -para luego saborear-
Con la dicha de mi sazón,
Las insaboras experiencias de mi furtiva vida.
Y sin embargo el fuego que consume todo lo que soñé
Se acrecienta, haciendo de esta cena
Un mísero banquete de penas y lamentos…
¿Quién me sirve la entrada?
¿Quién el segundo? ¿Quién el pastel?...
¡Ah! El mesero con capucha jorobada,
Aquel que se ríe a lo lejos porque me ha dado
Un suculento festín de entrañas corrompidas
Con desganos y desdichas.
Aquel, que no conforme con mi rostro de desprecio,
Ha querido que me tome hasta el último sorbo
De esa extraña limonada con sabor a desdén.
Es por eso que ya no comeré más en su posada;
Por temor a que un día de estos me emborrache con sus aguas
Y me robe lo último
Que me queda de
E
S
P
E
R
A
N
Z
A

Reclamos al Ausente

Y el ausente nunca estuvo.
Sólo se desplazó en mi mente como furtivos escombros de un ser
Que se derrumbó con las palabras de
Una mujer…
¿Adónde fuiste?
Tus regaños se volvieron simple imaginación
De un niño que extrañaba tu mano al cruzar por la avenida.
Y sin embargo no cruzaste.
-Siempre estuviste allí parado sin moverte-
Ahora no eres más
Que el señor de la soledad eterna,
Aquel que plagió los sentimientos de sus hijos
Sin saber que ellos ya no extrañan.
Ahora debo llorar pero de ignorancia,
De no saber a ciencia cierta què fue
De tus días.
El aliento de tus palabras sin voz
Se me hizo tan terremoto y hasta cierto punto
Exageré mis disculpas para hacerte regresar.
Pero tu, como ausente que naciste, no escuchaste
Y las palabras de la mujer se hicieron
Recuerdos.
Pero sólo sus recuerdos mas no los míos,
Porque ni siquiera tuve tiempo de
Pedirte explicaciones.
Ahora la conciencia me pide las
Facturas de mis actos y tú no apareces…
(Como siempre)

Disculpas de un Arrepentido

Logré escapar de ese mundillo absurdo
De lamentos y rencores.
Logré frenar impulsos, traiciones y mentiras.
Mas no supe recibir la vida como obsequio
Sin favores,
como crédito sin cobro,
como Simple mecanismo de hallarme
Aquí presente.
Entonces lágrimas devastaron mis ideas,
Haciéndolas parecer juguetes de madera,
Pudriéndose en pesares, en diretes en poemas
Y sólo me quedó la resignación de sentarme
Al lado mío disculpando mis temores,
Antes que alguien más venga y se burle de mis días.
Ahora veo que nada de lo que hice se puede repetir
Porque estoy subyugado a la madre de mis temas.
Extraño el frío aquel,
Ese que se empecinó con mi alma desangrada.
No busco ya calor en ningún cuerpo.
Tampoco pretendo salir de este cuadrilátero eterno
En el que me toca vivir.
Solo quiero descansar largos recorridos y posar mi esencia en la miel de mis recuerdos
Para que se unten,
Con lo que alguna vez
Fue
mi
historia.