lunes, 27 de agosto de 2007

kissing a fool

Kissing a fool. Gracioso tema si uno se imagina relaciones tiernas y desesperadas. En
fin.
He prendido mi quinto cigarrillo y cada vez disfruto más ese crujir del papel y el tabaco quemándose lentamente mientras el fuego consume sólo un ápice.
Cuántas cosas puedes pensar mientras fumas un cigarro?...son varias. Es cierto. Pero ni ese instante eterno puede hacer que la tranquilidad realmente llegue al alma.
Es difícil , sabes? Es difícil imaginar a veces tantas cosas. Cosas que talvez ni siquiera se harán realidad.
Estás lejos y cuando mires al cielo; sabrás que la vida, el tiempo, el amor e incluso el odio, son sólo palabras en nuestro diccionario que, en definitiva, nunca podrán acercarse a lo real.
Sinceramente, el hablar de conceptos tan lejanos para el entendimiento humano se vuelve una obsesión. Como cuando éramos niños y la tenue luz que ingresaba por una rendija de la puerta de la habitación te hacía temer una presencia inesperada. La niñez se vuelve tan distante, aunque siempre tratemos de ser niños o adolescentes, nos topamos con la muralla de la adultez, ésa que te atrapa con todos sus días y noches, con sus problemas y responsabilidades, con sus enigmas e inseguridades, con sus crueles despertares.
Es así que me animo hoy a escribir. Sólo a escribir, a hacerlo por el placer que poco a poco perdí. Sin duda, es éste estado, el “wish you were here” de mi existencia estancada en horarios, en salidas, en pensares, en temores.

Creo que los temores se hacen.
A medida que vamos envejeciendo, las sombras rondan en nuestra cabeza y se vuelven jinetes que cabalgan en noches de insomnio, en viajes al ayer.
Y es lógico. El miedo de ser y estar consciente. El miedo de hacer o talvez el de no haber hecho.
Vaya!, qué insignificantes se vuelven las palabras cuando buscas complacerte a ti mismo, al tratar de escapar o desfogar todas esas frustraciones porque, sí, puedes tener casa, carro, plata, una mujer u hombre a tu costado y despertar con ellos o sin ellos. Y más aún, cuando estando con ellos, no los sientes. Cuando sólo la pesada cruz de los recuerdos y las ataduras carcomen tu pequeña vida de papel.
(Casi termino el quinto cigarrillo) y ni siquiera he empezado a esbozar lo que realmente quiero decir. Es irónico. El hombre supera a todos los seres vivos por su capacidad de comunicarse, de hablar, de escribir, de tomar una simple hoja y describir situaciones incomparables y, al mismo tiempo, es incapaz de hacerse entender y entender a los demás.
Es verdad, sé que la vida me ha dado muchas cosas. Tantos colores y filtros. Tantas oportunidades y llamadas de atención. Tanta seguridad e incertidumbre. Tanta música y silencios. Tantos silencios. En resumen. Tanta vida.
Los errores son ya, cuestiones aparte. De hecho, éstos son con los que más he vivido y no es una queja. No tendría cómo ni por qué alzar una palabra de protesta.
Simplemente creo que soy un tipo que ha llegado a un lugar con un ticket en su mano
-El número 30- y ahora que está parado al comienzo de la fila, no sabe a cuál ventanilla acudir porque son muchas (sabemos que son muchas).
El gran teatro de la vida, no? El espectáculo eterno de la infamia que envuelve nuestro existir. Ése que no para hasta que se hayan apagado todas las luces del escenario y sólo la penumbra te absorve y se convierte en un cajón de madera en el que supuestamente descansarás en paz. (pues polvo eres y polvo volverás a ser).
Se desliza en el ambiente un “I am only sleeping”. No es que sea flojo, simplemente la gente está loca (fácil manera de explicar nuestros estados de ánimo o depresión).
Volviendo al tema de las quejas, de la vida y de las “no protestas” contra ella, debo confesar que he tenido suerte ( o al menos algo de suerte). Debo confesar –estoy obligado a hacerlo- que he llegado a este número, conociendo el amor y sus desventuras.
Mis rumbos son otros ahora. Incluso mis libertades ya no persiguen el simple placer que nuestro recorrer nos presenta en el camino. Ahora soy otro porque el que fui tenía otra parte. Una muy importante, sin duda. Pero ahora ésa sólo está en un mundo diferente al mío.
Talvez aún la tenga, simplemente que la percepción ha cambiado.

Esta vez seré yo el que diga adiós.
Esta vez seré yo el que hable del tema.
Esta vez seré yo el que ponga las reglas.
Esta vez seré yo el que no claudique.
Ésta, será mi última pena.

Los poemas siempre me parecieron una especie de halago a la ternura extrema, la que empalaga con sus frases, la que obnubila la razón y hace resaltar al corazón. Sin embargo, me di cuenta que la poesía puede ser tan cruel como generosa. Tan blanca como negra. Tan poesía misma, como la poesía misma.
En ése despertar de equivocaciones, quise resarcir mis afrentas contra la poesía y sus poetas. Y hasta me convertí -si me lo permiten- en uno de ellos. Pero también me di cuenta que la poesía engaña, como lo hace la misma vida. Y supongo que es natural porque “la poesía la hacemos con cada cosa que hacemos”.
A veces me pregunto en qué momento nacen los poetas. Porque obviamente tienen un nacimiento biológico, pero cómo nacen como tales? Es un despertar acaso? Un ascender a niveles incomprendidos para el grueso de los seres humanos? Acaso todos somos poetas de alguna manera? O es que acaso sólo los que tienen ojos de verdad pueden ver a la vida como un poema interminable en el que cada creación es un verso que en algún momento se unirá a los demás para cerrar un círculo. No lo sé.
Es difícil sacar conclusiones. Muy difícil sentar teorías. Más aún cuando no tenemos todas las piezas del rompecabezas.
Un sueño con serpientes termina en este instante y una oda emprende su ingreso a este monólogo, aburrido por cierto, pero necesario para alejar tantas paradojas que nos persiguen y se instalan cada día en nuestras historias personales.
La música es otro pedazo de mi mismo. Un pedazo que cuelga sin querer caer. De hecho, no quiero que caiga. Los acordes de una guitarra son tan exquisitos como aspirar la brisa marina un invierno cualquiera, en la soledad de una playa, sin tantas caras que se empecinan en sonreir y mirar al sol. Cómo crear una canción perfecta? Una en la que música y lírica se unan como el día y la noche en un atardecer, es decir sin dejar nada para mirar más allá. Les diré que trabajo en eso. Trabajo en un tema sin máculas, sin silencios, un tema con el que todos puedan sentirse completos.
Será el tiempo el fiel amigo del olvido? O será el recuerdo el cruel verdugo de lo vivido?
Pregunto.