lunes, 4 de enero de 2010

Para alguien que nunca conocí (lamentablemente)

He pisado ese lugar en innumerables ocasiones. Solo y acompañado. No puedo decir que lo conocí, pero tuve la oportunidad de estrechar su mano un par de veces, al saludarlo.
Se sentaba en una de las mesas que se ubican en la primera parte de ese pasadizo estrecho que conforma el bar. Siempre observando, con su taza de café (supongo que era café, nunca lo sabré).
Soy más amigo -por decirlo así- de Rodolfo, uno de sus hijos. La amistad se engendró en los años que viví en Barranco, en noches que nunca acababan y en miradas desorbitadas y solapadas al suelo, después de varios chilcanos. A veces copas de vino, a veces solo cerveza.
No puedo decir mucho de él, pero sin duda, ese espacio no será el mismo sin su presencia callada y tranquila, sin esa taza de café. En fin, no será lo mismo sin Juanito Casusol.

En paz descanse, Maestro.