jueves, 10 de enero de 2008

La queja de un comensal

Días hay en que quisiera freír en aceite de olvido
Mis crudas vivencias para sentirme mejor.
Días hay,
Como este,
En los que quisiera inventar recetas -para luego saborear-
Con la dicha de mi sazón,
Las insaboras experiencias de mi furtiva vida.
Y sin embargo el fuego que consume todo lo que soñé
Se acrecienta, haciendo de esta cena
Un mísero banquete de penas y lamentos…
¿Quién me sirve la entrada?
¿Quién el segundo? ¿Quién el pastel?...
¡Ah! El mesero con capucha jorobada,
Aquel que se ríe a lo lejos porque me ha dado
Un suculento festín de entrañas corrompidas
Con desganos y desdichas.
Aquel, que no conforme con mi rostro de desprecio,
Ha querido que me tome hasta el último sorbo
De esa extraña limonada con sabor a desdén.
Es por eso que ya no comeré más en su posada;
Por temor a que un día de estos me emborrache con sus aguas
Y me robe lo último
Que me queda de
E
S
P
E
R
A
N
Z
A

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